La formación continua se configura como la herramienta capaz de adecuar las capacidades de las personas a las necesidades de las empresas y del mercado. Se percibe igualmente la necesidad de relacionar estrechamente centros de formación y empresas; de dotar a los programas de formación de características de flexibilidad que permitan su acomodación a circunstancias y entornos cambiantes. Se precisa dotar de carácter modular a los aprendizajes, con la referencia de un horizonte de competencias y cualificaciones, que se precisa para dotar de unidad a todo el sistema y proporcionar variables válidas a los interlocutores sociales. Todo ello, se pone de manifiesto en los diversos comunicados y Acuerdos como el de Bases, recientemente firmado en nuestro país que dará soporte al Segundo Programa Nacional de Formación Profesional. La irrupción de las tecnologías de la comunicación obliga a los nuevos formadores a dominar las tecnologías de la informática y de la comunicación. Los nuevos gestores de formación deben conseguir enlazar necesidades y capacidades. La paradoja generalista-especialista debe resolverse a favor de la persona singular, dotándola de capacidades personales de aprendizaje y disposición hacia el cambio.