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Diez años después de la vibrante declaración de Barcelona, que instauró el Partenariado euromediterráneo, el Mediterráneo nos interpela y nos inquieta de nuevo. Las dudas y la frustración prevalecen sobre la confianza y la esperanza.
Este parón en la cooperación euromediterránea se explica por múltiples razones. Una de ellas está, sin duda, relacionada con el hecho de que ciertos sectores estratégicos de las sociedades mediterráneas han sido olvidados y marginados. La agricultura forma parte de estos campos insuficientemente explorados en el marco euromediterráneo.
En un contexto en que el desarrollo sostenible del Mediterráneo está amenazado, la cuestión agraria y alimentaria ocupa un lugar ineludible y estratégico. Ineludible porque la agricultura juega, en el Mediterráneo, un papel fundamental en los equilibrios económicos, sociales y territoriales.
Estratégico porque de su evolución y tratamiento dependen no sólo las posturas políticas y comerciales importantes, sino también la voluntad o no de construir un Mediterráneo más solidario.
Ante los nuevos paradigmas que plantea la mundialización, el concepto de sostenibilidad sólo tiene sentido si la relación entre crecimiento económico, desarrollo rural, medio ambiente y seguridad alimentaria es estrecha e irreversible. Este vínculo puede incluso constituir una baza. En efecto, el potencial en complementariedades y la singularidad agraria del Mediterráneo constituyen riquezas inexplotadas, demasiado poco valorizadas, aunque prometedoras a escala mundial, sobre todo si se tiene el cuidado de orientar, organizar y coordinar este sector con un espíritu parternarial.
Explosiva y problemática, la cuestión de los intercambios agrarios a largo plazo fue ocultada en el debate euromediterráneo, a pesar del objetivo programado de establecer una zona de libre cambio entre la Unión y sus partenaires del Sur, con el horizonte del 2010.La nueva política europea de vecindad podría relanzar la cooperación en el Mediterráneo, en sectores estructurantes para el desarrollo regional. Ante el crecimiento de las poblaciones rurales del Sur y el peso socioeconómico del sector, la agricultura debe constituir una prioridad en la agenda euromediterránea.
Comprender por qué la agricultura es tan estratégica en la cuenca mediterránea y descifrar cómo la perspectiva de liberalización de los intercambios agrarios está evolucionando, deben permitirnos señalar algunos rasgos del porvenir del Mediterráneo, mediante el bosquejo de escenarios contrastados, con objeto de alertarnos sobre el futuro posible de la región.
