La agenda de la paz debe constituirse en el eje central del desarrollo de un proceso de paz, y debe ser compartida y respetada por todos los actores implicados en el proceso. Para ello, es necesario aplicar políticas coherentes que sean compatibles y complementarias entre sí, de manera que contribuyan a la consecución y consolidación de la paz. La cooperación para el desarrollo debe observar igualmente los principios de la coherencia de políticas.