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El autor pretende hacer sencillamente, la historia de una ley, la de Reforma y Desarrollo Agrario. La nueva Ley, teniendo en cuenta las enseñanzas deducidas de la experiencia, tiende a forzar la producción agraria con la aportación de capital, nuevas técnicas y nuevos empresarios de elevado sentido profesional; a incrementar los regadíos, aprovechar los plusvalías de las zonas regables en la instalación de nuevos agricultores, exigir a los propietarios el cumplimiento de la función social de la propiedad cuyo concepto se establece en su artículo primero y a la creación de empresas racionales y viables, desde la familiar hasta la mecanizada, sin olvidar las formas agrupadas. La reforma agraria, que en sus principios perseguía una mera redistribución, se ha transformado en una compleja actividad económica-social en la que la empresa, entendida como centro de conformación de las nuevas estructuras agrarias, se ha convertido en el objetivo final de la reforma. Por otra parte, se señala como la reforma agraria es hoy una consecuencia del desarrollo demográfico y del proceso de industrialización y como por esta interdependencia se hace preciso reconocer que no cabe una agricultura progresiva con una industria atrasada y que no es posible lograr una empresa agraria racional y potente en un área deprimida.
