La autonomía regional plantea la transferencia de funciones a los entes locales, pero junto a ello la necesidad de no vulnerar las complementariedades económicas entre regiones. La región, como sistema urbano incluido en un sistema nacional más amplio de ciudades, necesita tener en cuenta las relaciones económicas debidas al proceso de difusión de innovaciones. El desarrollo económico es un proceso de difusión de innovaciones, cuyo canal suele ser la jerarquía urbana. Las regiones deben ordenar su territorio con un sistema urbano equilibrado que difunda el desarrollo al territorio: a la complementariedad funcional entre actividades debe añadirse una complementariedad espacial entre los núcleos pequeños y medianos para lograr economías externas de aglomeración. En último término, la dicotomía autonomía-interdependencia debe resolverse calculando con criterios de equidad y eficiencia las dimensiones óptimas de la descentralización. Estas dimensiones coinciden con las comarcas tradicionales, cuyos umbrales y alcances la delimitan.