El problema regional no debiera ser un problema político, ya que se trata de una cuestión de estructura. Y en la actualidad no constituye un problema circunscrito a una o varias regiones determinadas, sino que es general. El centralismo (país regido y gobernado desde un centro de poder, independiente de su situación geográfica), que suele confundirse con el unitarismo (país que tiene una estructura global, total y que se rige en su conjunto), puede decirse que ha desaparecido. La solidaridad con la totalidad del país, a la que aluden algunas regiones, suelen referirse frecuentemente a una solidaridad condicionada, lo cual no es enteramente admisible. Una cosa es el Estado y otra la Nación. El primero es el aparato jurídico de la segunda, pero no su sinónimo. Por otro lado, se nota una lamentable ausencia de proyectos regionales autonómicos. Las autonomías se piden abstractamente, sin obedecer a ningún proyecto y tal vez el único parece ser realizar la nomenclatura de la autonomía.