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Antonio Gil Olcina 
El aprovechamiento del Guadalentín en la vega de Lorca creó uno de los más extensos regadíos históricos del mediterráneo español, con una superficie de I2.000 hectáreas. Ampliamente deficitario, el regadío lorquino tradicional ha sido, casi por entero, hasta fechas muy recientes un campo regado de primordial dedicación cerealista. A raíz de la Reconquista, el disfrute del agua quedó unido a la tierra. Sin embargo, pronto se produjo la disociación de ambos dominios. La propiedad del agua, cuya evolución se analiza en este artículo, constituyó fuente de riqueza y poder en manos de los estamentos privilegiados, que vincularon y amortizaron su pertenencia. El paulatino reemplazo de unas oligarquías por otras, sus conexiones y permanencias se revelan con absoluta nitidez en los cambios de dominio de las aguas del Guadalentín, que no fueron en su integridad de propiedad pública hasta 1932. Tras caracterizar el régimen del río, se examinan los repartimientos de la Reconquista, la concentración de los derechos de aguas, la actuación del reformismo borbónico a través de la Real Empresa de Pantanos, el impacto de las disposiciones desvinculadoras y desamortizadoras, la reconstrucción del embalse de Puentes y el rescate de esta concesión y la adquisición de aguas de particulares por la Confederación Sindical Hidrográfica del Segura.
