El ambiente político permanece enrarecido. El integrismo religioso y la ultraderecha política se retroalimentan, animándose en un estrategia de tremendismo permanente que lleva al campo conservador al aislamiento, a la inoperancia y a un descenso de influencia social, moral y política. La decisión del Gobierno de iniciar conversaciones con ETA, que viene respaldada por una resolución del Congreso, ha sido el detonante para echarse al monte.