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Ron Adner
Los televisores de alta definición deberían ser, a estas alturas, un enorme éxito. Sin embargo, la categoría ha sido un fracaso absoluto, no porque las consolas sean deficientes, sino porque ciertos complementos cruciales tales como los equipos de producción de los estudios no fueron desarrollados o adoptados a tiempo. Los complementos deficientes han dejado a los productores de consolas en la posición de ofrecer a sus clientes un Ferrari en un mundo sin gasolina ni carreteras, una admirable proeza de ingeniería que no crea valor para los clientes. La historia de la TV de alta definición es representativa de las promesas y peligros de los ecosistemas de innovación: esquemas de colaboración mediante los cuales las empresas combinan sus productos individuales en una solución coherente de cara al cliente final. Cuando funcionan, los ecosistemas permiten a las empresas crear un valor que ninguna firma podría crear por sí sola. Los beneficios de estos sistemas son reales. Pero para muchas organizaciones el intento de integrar ecosistemas de innovación ha sido un costoso fracaso. Esto se debe a que, junto con nuevas oportunidades, los ecosistemas de innovación presentan también un nuevo conjunto de riesgos que pueden desbaratar brutalmente los mejores esfuerzos de una empresa. Los ecosistemas de innovación se caracterizan por tres tipos fundamentales de riesgo: los riesgos de la iniciativa, que son las incertidumbres habituales de gestionar un proyecto; los riesgos de interdependencia, que son las incertidumbres de coordinarse con innovadores complementarios; y los riesgos de integración, que son las incertidumbres planteadas por el proceso de adopción dentro de la cadena de valor. Las empresas que evalúen de manera holística y sistemática los riesgos de los ecosistemas serán capaces de establecer expectativas más realistas, desarrollar un conjunto más refinado de contingencias del entorno y arribarán a una estrategia más robusta de innovación.
