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Rodman C. Rockefeller
Muchos ejecutivos enfrentan crecientes peticiones para invertir recursos corporativos en causas de benefi cencia. ¿Cómo deberían los ejecutivos equilibrar el imperativo económico de maximizar las utilidades de la empresa con su hipotético imperativo moral de mejorar la sociedad? Para dar una respuesta, el autor recurre a su experiencia como presidente de IBEC, una empresa dedicada al desarrollo económico. Al considerar las utilidades como ¿una disciplina esencial y medidora del éxito económico¿, pero no como ¿la única meta de la empresa¿, IBEC invirtió activamente en programas sociales que cumplían cuatro criterios: sirvieron a las necesidades de la población local; exigieron enfoques innovadores; tuvieron sentido económico, y respetaron normas sociales de la comunidad. Estos esfuerzos cívicos, sostiene el autor en este artículo de 1971, no sólo mejoran la vida de las personas, sino que también crean las bases para mercados más pudientes y dinámicos, los que a fi n de cuentas producen mayores utilidades para las empresas.
Por ejemplo, uno de los primeros proyectos de IBEC se enfocó en solucionar los problemas de comercialización del sector alimenticio de Venezuela. Muchos bienes importantes no estaban disponibles en los pequeños almacenes donde la gente compraba. Así, IBEC inauguró un supermercado junto a socios locales en 1949. Los supermercados pronto cambiaron los hábitos de compra de alimentos del país, y la iniciativa ayudó a cambiar los modelos de distribución de alimentos y creó una demanda confi able para establecer una serie de proveedores locales. El retorno sobre la inversión de IBEC y de sus socios locales fue muy satisfactorio, informa el autor.
La vía para satisfacer una necesidad pública ¿especialmente una de gran tamaño¿ no es fácil, dice el autor. Pero si los ejecutivos dimensionan adecuadamente la necesidad, existe una alta probabilidad de que esta nueva empresa sobreviva a la adversidad.
