Abraham Lincoln habría entendido bien los desafíos que hoy encaran los países emergentes. En los EE.UU. de Lincoln, al igual que en muchas actuales naciones en desarrollo, cambios económicos arrolladores amenazaron industrias antiguas, estilos de vida tradicionales y la cohesión social y nacional, porque la economía y la sociedad estaban expuestas a nuevas y poderosas fuerzas competitivas.
Incluso en medio de la sangrienta y costosa Guerra Civil, y en parte debido a ella, Lincoln y el congreso republicano promulgaron una audaz legislación que ayudó a establecer un enorme mercado nacional, una economía fuerte y unifi cada gobernada por instituciones nacionales, y una naciente clase media de empresarios y propietarios.
Resolver cómo maximizar los benefi cios de la globalización al tiempo de minimizar sus trastornos es un enorme desafío para los encargados de las políticas públicas. Tal vez sería útil recordar los principios que guiaron las políticas de Lincoln y el congreso republicano cuando llegaron al poder en 1861:
-Facilitar la movilidad ascendente de los grupos de ingresos bajos y medios y darles una participación signifi cativa en su país.
-Enfatizar que la salud de la economía nacional está por sobre los intereses regionales.
-Reafirmar la necesidad de instituciones gubernamentales sólidas para atenuar las dinámicas de un sistema de libre empresa.
-Diseñar políticas ajustadas a la situación nacional.
-Tener en mente que un período de convulsión puede ser una oportunidad excepcional para reformas.
Esos principios alimentaron las reformas que ayudaron a los estadounidenses a lidiar y benefi ciarse de los rápidos avances tecnológicos y la rápida integración de la economía del país en el siglo 19. Y pueden contener lecciones para los actuales encargados de políticas públicas que están luchando por integrar a sus ciudadanos a la vertiginosa economía global del siglo 21.