Edgardo Civallero
América ¿la protagonista de toda esta historia- es un continente vigoroso, con una producción intelectual y creativa imponente y avanzada, con industrias propias y recursos inmensos. Pero, socialmente, es un continente eminentemente rural y campesino, aunque gran parte de su población se hacine alrededor de grandes núcleos urbanos, viviendo en condiciones precarias, entre la pobreza y la marginalidad a la que estas gentes intentaban escapar cuando dejaron el campo, la selva o las montañas. La realidad social es demasiado compleja como para reflejarla en unas pocas líneas, pero, básicamente, las ciudades exhiben poblaciones marginales que subsisten en niveles alarmantes de pobreza, y los espacios rurales son territorios a los que escasamente se presta atención en su faceta humana.
Los problemas son los mismos: en las ciudades, falta de trabajo, exclusión social, ausencia de educación y planificación familiar, delincuencia, drogadicción, pérdida de identidad, violencia¿; en las áreas rurales, problemas sanitarios, analfabetismo, pérdida de la cultura local, pobreza y desnutrición, explotación laboral, violación de derechos y discriminación de minorías. La ausencia de programas de alfabetización, educación, formación laboral e información legal y sanitaria es un problema existente en ambos ámbitos, y se plantea como uno de los principales desafíos de los gobiernos nacionales, que sienten la brecha digital en sus propios territorios (y fuera de ellos) al enfrentarse con una Sociedad del Conocimiento y la Información que jamás detiene su frenética carrera, y que nunca espera por los rezagados.
Esto no significa que no existan, en América Latina, iniciativas y propuestas institucionales valiosas y exitosas al respecto. Por el contrario, las experiencias de desarrollo social (puntualmente, las educativas y bibliotecológicas) llevadas a cabo en todo el continente son impresionantes, y se destacan por su creatividad, sus excelentes logros y, sobre todo, por la obtención de grandes resultados con ínfimos recursos. Tampoco debe pensarse que la totalidad de la población latinoamericana está sumergida en la crisis y enfrenta estos problemas: las situaciones conflictivas y de carencia existen, pero están focalizadas, y si bien su solución es ardua y compleja, no es imposible.
El trabajo social más urgente está dirigido a paliar el hambre, las enfermedades y la violencia, a mejorar las condiciones ambientales y la vida comunitaria (con especial énfasis en mujeres y niños) y a implementar proyectos de desarrollo de base para generar alternativas válidas de crecimiento local.
La solución de lo urgente, sin embargo, no significa el olvido de lo importante. Aunque quizás los esfuerzos nacionales se hayan concentrado siempre en la solución de una inmensa urgencia, posponiendo eternamente lo importante.