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William A. Sahlman
El uso de opciones de compra de acciones en la compensación de los ejecutivos se ha convertido en el foco de la ira del público y resulta fácil entender por qué. Muchos ejecutivos senior se hicieron inmensamente ricos con las ganancias que obtuvieron de sus opciones, utilidades que han logrado mantener aunque el valor que se supone que crearon desapareció.
La supuesta estafa funciona así: las normas vigentes de contabilidad les permiten a las compañías ignorar el costo de las concesiones de opciones en sus estados de resultados, de modo que pueden conceder valiosos paquetes de opciones sin afectar la utilidad declarada. No contabilizar el costo de las concesiones supuestamente resulta en utilidades infladas, que se traducen, se argumenta, en precios de acciones irrealmente altos que a su vez les permiten a los ejecutivos senior materializar grandes ganancias cuando ejercen sus opciones.
Si el problema es una anomalía contable, la solución parece obvia: descuente las opciones de compra de acciones de los ingresos del año en curso. El problema es, escribe Sahlman, que cargar a costos las concesiones de opciones no nos dará una visión más exacta de los ingresos, no agregará información a la que ya aparece en los estados financieros y ni siquiera llevará a un tratamiento igualitario para las distintas formas de pago de los ejecutivos. Y lo peor es que cargarlas a costos evade el problema real, que es si acaso la compensación (en opciones o de otro tipo) cumple con su propósito: permitirle a una empresa reclutar, retener y darle apropiados incentivos por desempeño a la gente clave.
Cualquier sistema de compensación sobre la base del desempeño tiene el potencial de alentar engaños. Sólo un management ético, una gobernabilidad corporativa que haya sentido, sistemas de control interno adecuados y completa transparencia salvarán a los inversionistas del desastre. Si aprobamos leyes que exijan la contabilización como costos de las opciones, pensando que eso resuelve los defectos fundamentales en la contabilidad corporativa de EE.UU., advierte Sahlman, habremos perdido una oportunidad dorada para concentrarnos en los defectos mucho más generalizados del sistema actual.
