Acaba de comenzar el año 2006. Nada parece nuevo en el Año Nuevo. No hay menos tensión en la vida política nacional ni en los focos permanentes de conflicto en Oriente Próximo o Iraq, donde siguen produciéndose brutales actos terroristas y terribles represalias indiscriminadas. En busca de un remanso de optimismo y un chaparrón de palabras esperanzadoras sobre un futuro, tantas veces soñado a lo largo de la historia, en el que imperen los valores democráticos, el diálogo y la paz; en el que se luche con alimentos y medicinas en lugar de bombas y cañones, hemos marcado una cita con Federico Mayor Zaragoza. Con el copresidente del Grupo de Alto Nivel encargado de poner en marcha la Alianza de Civilizaciones, iniciativa del presidente Rodríguez Zapatero avalada por las Naciones Unidas.
Mayor Zaragoza es un torrente verbal, un viejo profesor con apariencia juvenil que predica una nueva teología de la liberación de los hombres y los pueblos, con el entusiasmo de un misionero veterano que ya conoce las resistencias, muchas veces las inercias, que hay que vencer para subir la pendiente del escepticismo y la incredulidad que genera cualquier mensaje nuevo e ilusionante. El periodista, como en aquellos viejos tiempos en que no se le exigía al conferenciante un resumen previo de su intervención para ahorrarse así el tiempo de la charla, recupera el oficio de tomar notas...