La independencia debe ser la principal característica del Secretario General de la ONU, como afirma el artículo cien de la Carta de Naciones Unidas, donde se estipula que el Secretario General no solicitará ni recibirá instrucciones de ningún gobierno o autoridad ajena a la Organización. También dice que cada Estado miembro se compromete a respetarle y a no influenciarle. En la práctica existe una pugna permanente entre los propósitos de independencia de los secretarios generales y las presiones de los Estados Unidos, que intentan hacer valer su poder hegemónico.