ESTADO DE DERECHO, CONSTITUCIÓN E INSTITUCIONES David IBARRA* En la predica moderna, los gobiernos deben salvaguardar más que nunca el Estado de Derecho, el imperio de la Ley y el imperio de la competencia entre los productores. De otra suerte, no se asentarían los cambios transicionales y la inseguridad, la injusticia , la corrupción, la ineficiencia, conspirarían hasta invalidar las certidumbres necesarias a productores e inversionistas. En particular, suele subrayarse la importancia de los nexos entre desarrollo y régimen transparente, bien definido, de derechos de propiedad en sociedades como la nuestra. En México, todavía queda camino por recorrer en este último punto, aunque no sea la única, ni la más importante laguna a llenar.
Pasan inadvertidas tareas inconclusas, las de crear y consolidar democráticamente las instituciones y las normas jurídicas que guíen el cambio y luego conduzcan a una nueva normalidad al quedar limitada las aristas de las mudanzas en que estamos inmersos. Es decir, no solo esta en juego la importante cuestión del respeto al Estado de Derecho ¿en tanto conjunto de normas éticas defensoras de la justicia social y no simple infraestructura de dominación-, de observarlo y hacerlo cumplir, sino también la de decantar y equilibrar sus múltiples dimensiones nuevas. Siempre se tropieza aquí con el escollo de hacer valer la Ley cuando parte de sus nuevos contenidos normativos se califican de injustos por los perdidozos de las mudanzas o cuando no han sido plenamente incorporados en la conducta cotidiana de los agentes productivos y ciudadanos. En todo caso, no podría olvidarse que la vigencia del Estado de Derecho depende de la conciencia ciudadana sobre el cumplimiento de la Ley. Aún así, no hay vuelta atrás, por cuanto a las viejas prácticas autoritarias ya que son injustificables e indefendibles conforme al nuevo orden normativo, y ante la fuerza incontenible de los mercados y fronteras.