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Luego de la reelección de Vladimir Putin, en marzo de 2004, surgieron interrogantes en cuanto a la naturaleza de los cambios y reajustes que se llevarán a cabo tanto en la política interna como externa de la Federación Rusa durante los próximos cuatro años. La concentración del poder por parte de la instancia presidencial será una tendencia que se mantendrá durante el segundo mandato aún con mayor fuerza y, de acuerdo con los defensores de este proceso, sus objetivos son asegurar los intereses del Estado ruso y retornar el país a sus posiciones de gran potencia. La política exterior debe construirse sobre la base de los intereses nacionales y el carácter prioritario de la solución de los problemas internos, así como de la economización de la actividad exterior. Rusia sólo estará en condiciones de defender sus propios intereses y atraer a nuevos aliados en la medida en que se convierta en un Estado fuerte e independiente. Este país difícilmente volverá a ser un polo de poder que contrarreste por sí solo al poderío estadounidense; sin embargo, aún mantiene un gran número de posibilidades e influencia en varias regiones del mundo, fundamentalmente en la zona euroasiática.
