El sentimiento político que representa el FSM celebra la diversidad, y cultiva un sustrato donde pueden incubarse movimientos, y prosperar. Este artículo cuestiona un particular vocabulario, gramática, y cultura de la política seculares (o "secularistas"), que se pusieron de manifiesto en el FSM en Bombay. Se pregunta si el espacio político del Foro que se define como abierto, democrático, y tolerante, necesariamente debe ser secular, o si un afecto político secularista cierra potencialidades, al reducir las posibilidades de la crítica antiimperialista y, de modo, excluir formas válidas de disidencia. Este documento sostiene que una cultura secularista de la política puede ser un impedimento para el surgimiento y desarrollo de un creciente fenómeno revolucionario, debido a sus tendencias de exclusión y limitación. Basado en una crítica de la política afectiva, demostrará que el imperativo de una política de resistencia despojada de sentimientos religiosos no permite abordar las necesidades de la inmensa mayoría de los habitantes del planeta y continúa dando oportunidades para que prosperen las alternativas más fundamentalistas y violentas. A partir del trabajo de Connolly, Deleuze y Guattari, así como Ramadan, este artículo critica que el espacio privilegiado que se concede al secularismo, e invita a examinar cómo dar margen a la posibilidad de una ética de la política, qué no aparte a los creyentes, en vez de crear posibilidades para que se generen nuevos modelos de pluralismo político.