La confianza canaliza el riesgo, la sospecha frente a lo extraño y la opacidad de los intercambios personales y sociales. Sin embargo, por más que es impensable prescindir de la confianza, el hecho mismo de confiar plantea un enigma básico de racionalidad: la confianza entraña riesgo, exige del sujeto que confía un paso a ciegas, y lo vuelve vulnerable a la traición. En la actualidad el estudio de la confianza está en manos de los economistas, quienes plantean la cuestión de la confianza en relación con una concepción instrumental de la racionalidad. Este enfoque subestima su complejidad, la malinterpreta y, en último término, la elimina. El progreso de la razón instrumental económica erosiona el vínculo que hace posible la sociedad: la confianza.