Con la introducción de la historia española del siglo xx y específicamente la vasca al pueblo ficticio de Obaba en El hijo del acordeonista, Bernardo Atxaga retrata el choque inevitable entre el mundo virgiliano de los vascos tradicionales y los llamados "valores modernos" que surgían por toda España durante las últimas décadas del franquismo. Por medio de la perspectiva de su joven narrador, David, Atxaga idealiza "los campesinos felices" para luego corromperías con elementos del mundo moderno y representar el declive del mundo rural vasco corno una tragedia. Sin embargo, un cuidadoso análisis de dicha tragedia y la manera en la que David la recuerda revela un fuerte optimismo para la regeneración de la lengua vasca a pesar de que el mundo tradicional que por tantos años describía ha cedido a la modernidad española.