Desde hace algún tiempo se percibe una desilusión creciente respecto al proceso histórico dominante en occidente durante los últimos siglos: la Modernidad. Si sus logros resultan evidentes, sus carencias y desmanes también lo son. Por eso, la insatisfacción parece sustituir al optimismo hasta hace poco reinante. Y a cambio, se abre paso un fenómeno todavía difuso llamado Postmodemidad. Unos la acogen fervorosamente, otros la rechazan. Quizá sea conveniente para todos realizar una valoración crítica de la misma y, en la medida de lo posible, abrir vías de reflexión.