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Los delitos de proposiciones representaron más de la cuarta parte de la actividad inquisitorial a finales del concilio de Trento en tribunal de Sevilla. Esta actividad disciplinar de las poblaciones reprimía las afrentas a la doctrina pero fue también un modo para difundir el tenor de la nuevas normas dictadas en la curia romana. Intensificada tras la represión de los círculos protestantes (1557-1563) de Sevilla, esta campaña contra blasfemias y proposiciones erróneas revela el aspecto abiertamente contrarreformista del tribunal y cómo este se puso al servicio de la Iglesia tridentina en la península para la edificación de la grey. No obstante, la actividad represiva en materia de blasfemias en el siglo XVII confirma el abandono de las fragorosas campañas en beneficio de un función más discreta y que actuaba en profundidad, la de regulación social. El tribunal se asemejaba cada vez más, en este campo, a una corte censoria de costumbres que ya no procuraba por todos los medios ejemplificar el castigo impuesto a los reos. Este cambio de estrategia confirma que al principio del siglo XVII la Inquisición con los cristianos viejos ya no necesitaba imponerse por la violencia pues contaba con enlaces en la población y en las autoridades locales contra determinadas clases sociales, rematando así su sistema de dominación del espacio social.
