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Jesús R. Mercader Uguina 
La estructura de la negociación colectiva mantiene, en la actualidad en nuestro país, gran parte de los' rasgos fisonómicos que la vienen caracterizando desde los años setenta: elevado grado de atomización y dispersión de unidades de negociación que, además, refleja un modelo convencional estático y con mínimos cambios en el entramado de las propias unidades de negociación. El anterior resultado no se ha visto alterado esencialmente a pesar de los numerosos intentos de introducir dosis de racionalidad en el tejido negocial. Ni las reformas legales, ni la intervención de la autonomía colectiva a través de instrumentos como el AINC que incorpora fórmulas de descentralización centralmente coordinada, han ayudado a transformar el citado modelo. En los últimos tiempos, han venido siendo objeto de debate diversas fórmulas que apuestan por un nuevo marco que ayude a introducir orden en tan inarmónico panorama. Variadas son las soluciones propuestas: desde las radicalmente descentralizadoras, que sitúan en el convenio de empresa el centro de gravedad del modelo, hasta las que inciden en el papel protagonista que en esa operación deben tener los convenios sectoriales. En el presente artículo se valoran unas y otras pero se apuesta por un modelo en el que se exploren los posibles equilibrios entre la función integrativa y gestora del convenio de empresa, adecuando sus funciones a un modelo bipolar en el que progresivamente desaparezcan los disfuncionales niveles intermedios de negociación y, típicamente, el anacrónico convenio provincial.
