Luz María Cruz Martín del Campo
Al salir de paseo, ir a un centro comercial, comer en un restaurante, visitar un museo, etcétera, es fácil confirmar los resultados de los estudios demográficos: las poblaciones han ido envejeciendo, cada vez encontramos más adultos mayores con dificultades para caminar, atravesar una avenida, cargar bolsas con víveres; además, se incrementan los asilos, albergues o residencias para este sector de la población. En algunos ambientes, la presencia de niños ha disminuido de manera considerable; un nutrido grupo de adultos mayores tiene uno, dos o tres nietos, o ninguno, porque sus hijos han decidido no procrear.
En cambio, aun en pequeños departamentos proliferan las mascotas, en su mayoría perros de las más diversas razas, que acompañan a sus dueños a almacenes −de venta de ropa, muebles, enseres domésticos, etcétera− pasean sujetos a una correa o en los brazos de niños, jóvenes y adultos, o en carriolas. También se han multiplicado las tiendas de alimentos y artículos varios, las peluquerías, funerarias, escuelas y pensiones para los “animales de compañía”: toda una industria2.