El cine es sinónimo de magia, ficción, emoción. Pero detrás de cada plano perfecto, de cada secuencia épica, se esconde una realidad menos glamurosa: el impacto ambiental de las producciones audiovisuales que abarca desde el proceso de preproducción hasta la final post producción. Generadores diésel funcionando durante horas, transportes constantes de equipo pesado, consumo de materias primas, cáterins con excedentes alimentarios, vestuario, maquillaje, efectos especiales o decorados efímeros que terminan en vertederos. Aunque no hay datos estatales, un estudio de la Academia Británica de las Artes Cinematográficas y de la Televisión (BAFTA) cifra en 12,8 las toneladas de emisiones de CO2 por hora de cine o televisión producida, más del doble de lo que emite una persona en España al año. Un largometraje de gran presupuesto puede llegar a emitir hasta 2.840 toneladas de CO2 , una cifra comparable a las emisiones anuales de una pequeña ciudad y a esto se le suman más de 5.000 litros de combustible, más de 2.000 botellas de plástico y otros muchos factores que influyen en esta gran huella de carbono.
La sostenibilidad también se ha reflejado en la infraestructura. Un ejemplo de ello es la Ciudad de la Luz, en la costa de Alicante, que se alza como uno de los complejos cinematográficos más potentes de Europa, no solo por su infraestructura de vanguardia, sino también por su apuesta decidida hacia la sostenibilidad. Entre las medidas ya adoptadas destaca la creación del Green Book, una guía verde pensada para orientar a las producciones que ruedan en sus instalaciones hacia prácticas respetuosas con el entorno. Este manual se alinea con los estándares internacionales de producción sostenible y forma parte de un plan más amplio con el que busca transformarse en un estudio de cine energéticamente autosuficiente. Uno de los proyectos más ambiciosos es la futura instalación de un sistema de energía renovable capaz de abastecer las necesidades energéticas del complejo. Las cifras impresionan: seis platós climatizados que suman 11.000 m², equipados con dos tanques inundables; el tanque exterior de agua de 100 por 80 metros, con hasta 5,20 metros de profundidad, cuenta con sistema de oleaje y una pantalla de croma de 12 metros de altura donde, entre otras, se rodaron escenas de Lo imposible. El sistema de llenado de agua incluye el bombeo y filtrado de agua salada procedente de la tubería de rechazo de la desalinizadora de agua marina del Canal de Alicante, situada en las inmediaciones de los estudios, y se lleva a cabo de acuerdo con normativa medioambiental vigente; y 14,8 hectáreas de zonas de rodaje exteriores con horizonte natural; cuenta además con 4.200 metros cuadrados de talleres, un área de 7.000 m² de almacenes y tres edificios de apoyo a la producción con 3.000 m² cada uno. Una infraestructura de envergadura que convierte a Ciudad de la Luz en un entorno ideal para superproducciones internacionales (se han rodado series como The Walking Dead o filmes como Venom) y producciones que ya no solo buscan escenarios espectaculares, sino también rodar bajo criterios de sostenibilidad.