El mechinal de un vencejo, un aparcamiento de bicis, un concierto de residuo cero, una programación elaborada junto con los vecinos del barrio o una cartela inclusiva y accesible son algunos de los múltiples elementos a tener en cuenta cuando hablamos de una gestión sostenible del patrimonio cultural. El término «sostenible» se ha convertido en una letanía diaria, que apellida cada proyecto y cada acción, y no es otra cosa que hacer las cosas de manera consciente y, sobre todo, duradera; a fin de cuentas, hacer las cosas bien. El sector cultural y en concreto el patrimonio cultural, no podían quedar al margen, máxime cuando han resultado ser las claves para un desarrollo sostenible.
La crisis actual del modelo socioeconómico y de pensamiento, en un entorno volátil, impredecible y ambiguo (contexto conocido como VUCA por sus siglas en inglés) está demostrando cómo el sector cultural está resultando estratégico por su perdurabilidad, su capacidad de lograr una sociedad más justa y un modelo económico sostenible, y lo hace en especial a través del patrimonio cultural.