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La presencia china en Oriente Próximo ha conocido una notable evolución en los últimos veinte años. De unas relaciones que estuvieron centradas en los recursos energéticos, la República Popular ha pasado a convertirse en un actor con un creciente peso político. Sus imperativos de seguridad y sus ambiciones globales explican ese nuevo perfil. Ante las consecuencias para sus intereses de la conflictividad de la región, las acciones chinas han ido dirigidas a promover la estabilidad. La transformación estructural que atraviesa Oriente Próximo le proporcionaba al mismo tiempo una oportunidad para lograr otros dos objetivos: erosionar la influencia norteamericana y consolidar su liderazgo de las naciones del Sur Global. La guerra en Gaza, la extensión del conflicto al Líbano y la caída del régimen sirio han puesto en evidencia, sin embargo, los límites de las capacidades chinas
China’s presence in the Middle East has undergone a remarkable evolution over the past twenty years. From relations centred on energy resources, the People’s Republic has become an actor with increasing political weight. Its security imperatives and global ambitions explain this new profile. Given the consequences of the region’s conflicts for its interests, China’s actions have been aimed at promoting stability. The structural transformation in the Middle East provided it with an opportunity to achieve two further goals: to erode American influence and to consolidate its leadership of the nations of the Global South. The war in Gaza, the extension of the conflict to Lebanon, and the fall of the Syrian regime have exposed, however, the limits of China’s capabilities
