El principio de proporcionalidad, arraigado en nociones de equilibrio y razonabilidad, se enfrenta a desafíos en el plano jurídico dada su formulación equívoca. En el derecho público, por regla general se utiliza para limitar la discrecionalidad del Estado y proteger los derechos de las personas mediante un triple examen de adecuación, necesidad y proporcionalidad en sentido estricto. Tal análisis no puede ser trasladado sin más al derecho privado, sea porque podría terminar erosionando las lógicas de la autonomía privada, sea porque las relaciones entre particulares no se pueden calificar por la magnitud de la afectación de las políticas públicas respecto a los derechos fundamentales. Al contrario, se debe realizar una ponderación valorativa de los derechos asignados a cada parte, sea que dicho ejercicio lo haga ex ante el legislador o ex post el tribunal. Por ello se propone que, salvo que exista una reconducción expresa o implícita al sentido constitucional del principio, el balance entre los derechos de los particulares debe ser observado a partir de criterios que son propios del derecho privado, como las buenas costumbres y la buena fe. Para estos efectos, también se postula que en el derecho de consumo solo se observa una particularización de estas reglas, pero ello no resta que sus fundamentos pueden ser observados en otras relaciones de derecho privado, ahí donde se constate una debilidad de una de las partes, de modo que el principio de proporcionalidad, sustentado en ideas propias de la esfera iusprivatista, también sirve como un elemento corrector.
The principle of proportionality, rooted in ideals of balance and reasonableness, is challenged at the legal level given its equivocal formulation. In public law, it is generally referred to as limiting the State’s discretion and protecting the rights of individuals through a threefold examination of adequacy, necessity, and proportionality in a strict sense. Such an analysis cannot be simply transferred to private law, either because it could end up eroding the logic of private autonomy, or because relations between private individuals cannot be qualified by the extent to which public policies affect fundamental rights. On the contrary, an evaluative weighing of the rights assigned to each party must be carried out, whether this exercise is done ex ante by the legislator, or ex post by the court. Hence, it is proposed that, unless there is an express or implicit redirection to the constitutional meaning of the principle, the balance between the rights of individuals must be observed in the light of criteria that are proper to private law, such as accepted good behavior (boni mores) and good faith. For these purposes, it is also postulated that in consumer law only a particularization of these rules can be observed, but this does not detract from the fact that their basis can be observed in other private law relationships, where there is a weakness of one of the parties, so that the principle of proportionality, based on ideas from the private law sphere, also serves as a corrective element.