La reciente reclasificación en la UE de los dispositivos de estimulación cerebral no invasiva (NIBS), donde han pasado de Clase I a Clase III, ha generado gran controversia. Ello implica los graves obstáculos para la investigación y acceso a tratamientos innovadores, incrementando la burocracia y los costes para la investigación, que ralentiza el desarrollo de nuevas aplicaciones terapéuticas.
Como consecuencia la regulación excesiva sitúa a Europa en clara desventaja competitiva frente a otros países no tan restrictivos o con menos restricciones. La comunidad científica ha manifestado su oposición y solicita la urgente revisión de dicha reclasificación, basándose en que se deben utilizar evidencias actualizadas para garantizar la seguridad y la innovación en el campo de la neurotecnología