Las economías desarrolladas necesitan aumentar su eficiencia productiva si desean mantener unos niveles adecuados de calidad de vida de sus poblaciones y sostener sus Estados del bienestar. Las mejoras en productividad permiten un mayor crecimiento económico, y a la vez, pueden favorecer reducciones en las jornadas laborales para los trabajadores, que podrán disponer de mayor tiempo para su vida personal y para el ocio.