Martín Hopenhayn
Los tiempos de crisis pueden ejercer efectos contradictorios sobre el hábito de imaginar utopías. Por un lado pueden inducir al embotamiento y a la renuncia respecto del futuro, con lo cual la invención utópica cesa o se desdibuja. Por el otro lado la crisis puede arrojar a sus víctimas a la búsqueda de un horizonte de sentido que re-signifique el presente a fin de romper su entropía. Allí la utopía es crucial, y desarma la realidad para volver a componerla con la mediación de nuevas e inusitadas combinaciones. En ese ejercicio persiste la aspiración a ejercer fuerza normativa sobre las estrategias y prácticas políticas: una fuerza normativa que no alude a la efectividad de los medios, sino a la virtud de los fines y a la consistencia ética entre medios y fines. Pero en la actualidad la construcción utópica enfrenta un desafío difícil y necesario: ¿Cómo enfrentar la crisis de normatividad con utopías abiertas, pero no por ello indeterminada? ¿Cómo articular la construcción utópica con la práctica política a fin de que ésta vuelva a inscribirse en el universo de los sueños colectivos pero sin que, por ello, clausure su horizonte de posibilidades? En síntesis: ¿Cómo construir utopías que constituyan una alteridad respecto de la crisis de nuestro tiempo, pero que no sean una alteridad inalterable, sino el resorte de una inventiva incesante?