Fernando Moreno Valencia
El 24 de marzo de 1984 los hermanos brasileños Leonardo y Clodovis Boff, ambos franciscanos, el primero un connotado "teólogo de la liberación", reaccionaban frente a una comunicación privada hecha por el cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación vaticana para la Doctrina de la Fe, durante el año 1983. Si el cardenal apuntaba entonces certeramente a la esencia de la "teología de la liberación" inspirada en el marxismo y en las ya centenarias tesis del modernismo (condenado por Pío X), la reacción de los Boff nos aportaba, por primera vez en forma explícita y directa, el modelo mismo de lo que, lógicamente, podría esperarse de la posición "liberacionista", al verse ésta enfrentada a una eventual condena por parte de Roma. En este sentido, la "defensa" de Leonardo y Clodovis Boff no sólo anticipaba reacciones posteriores, sino que, más fundamentalmente, ella constituye tal vez como el mejor "principio" de interpretación de lo que ha sido la reacción del "liberacionismo" —y del mismo Leonardo Boff, muy particularmente— frente a la Instrucción vaticana posterior a la comunicación privada del cardenal Ratzinger. Si tratamos de sintetizar en un solo juicio la cuestión, habría que decir que la minimización del ser y del quehacer de la Iglesia por parte de los "teólogos de la liberación" (y especialmente por parte de Leonardo Boff,en sus libros Eclesiogénesis, e Iglesia: Carisma y poder), implicaba ya, radicalmente, el desconocimiento o la descalificación de cualquier juicio crítico o condena vaticana, por provenir éstos de una Iglesia que al pretender "monopolizar" la interpretación y la aplicación de la fe, se estaría convirtiendo en una anti Iglesia. Si la "lucha de clases" atraviesa la Iglesia misma, y si la Iglesia se define en definitiva como Iglesia de los "pobres" y "oprimidos", como "Iglesia popular", como han repetido los "teólogos de la liberación" desde Gustavo Gutiérrez, o desde Hugo Assmann, lógicamente habrá una Iglesia de la "verdad", Iglesia cuestionada y perseguida (Iglesia popular), y otra del error y la mentira, Iglesia dominante e inquisidora. En este esquema, típicamente marxista, el momento de la ruptura signa también la hora de la Iglesia de la "periferia", como dirá Leonardo Boff,y el ocaso de la Iglesia del "centro", es decir, de Roma.