Pocos temas de política internacional han estado tan abonados para el cultivo de las mistificaciones ideológicas y los análisis tendenciosos como el de Nicaragua. El fenómeno también entronca con los profundos sentimientos de culpa existentes en vastos sectores de opinión pública norteamericana, a raíz del curso que observaron las relaciones entre Washington y Managua durante este siglo. Probablemente tales sentimientos fueron los que condujeron a la diplomacia norteamericana a un franco inmovilismo en las últimas etapas del conflicto nicaragüense. La instalación y conducta del gobierno sandinista deja diversas lecciones políticas y diplomáticas, pero sólo a condición de que puedan ser asimiladas en el contexto de un análisis objetivo y esclarecedor acerca de lo que efectivamente ocurrió. Tal es el intento del siguiente artículo. De otro modo, las presuntas lecciones no servirán sino para incurrir en nuevos errores. Nada garantiza que la experiencia nicaragüense no vuelva a repetirse.