Cambiar los sistemas alimentarios injustos, insalubres y perjudiciales para la naturaleza es una tarea urgente. Si pretender transformarlos sin abordar explícitamente las relaciones de poder y las reglas que los determinan es, en el mejor de los casos, una ingenuidad, no hacerlo es permitir que actores poderosos continúen ocultando y evadiendo su responsabilidad en las múltiples crisis que atravesamos.