La protección de los espacios incontaminados, salvados de la quema del "desarrollo" por casualidades históricas, ocupa desde hace algún tiempo bastante espacio en las páginas del Boletín Oficial. Especies protegidas, espacios protegidos y hasta paisajes protegidos. Tanta protección entraña, de hecho, la aceptación de la política de hechos consumador que reduce nuestro entorno más inmediato a una consideración menor frente a las grandezas, maravillas y originalidades de pequeños oasis exhaustivamente protegidos. Nos dan un palmeral y se quedan con el desierto que, por cierto, también debió de un palmeral alguna vez.