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María Sicilia
Hace más de 15 años que lord Stern publicó “The Economics of Climate Change” (2006), el primer análisis riguroso de los costes y beneficios asociados al cambio climático. El resultado de su informe era claro, contundente y sin ambigüedades: la lucha contra el calentamiento global se presenta como una oportunidad neta para transformar el modelo productivo y avanzar hacia un futuro sostenible, pero es necesario actuar cuanto antes para evitar los peores impactos y contener el incremento de la temperatura por debajo de los 2ºC, de acuerdo con las proyecciones de los sucesivos informes del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático de Naciones Unidas (IPCC). Los beneficios son conocidos: mejoras naturales (de la calidad del aire, de la producción agrícola, sostenibilidad de los ecosistemas, mantenimiento de la biodiversidad…) y desarrollo de nuevos sectores económicos (energías renovables, almacenamiento, eficiencia energética, y el efecto arrastre asociado a la industria tradicional).
Una parte muy importante de la labor realizada en estos años por nuestros políticos ha consistido en demostrar los beneficios netos derivados de la lucha contra el cambio climático, y hoy tenemos una opinión pública muy favorable a adoptar acciones decididas en este ámbito. Así, por ejemplo, en España, según una encuesta de 2019 del Real Instituto Elcano, el cambio climático es el elemento que más preocupa a los españoles cuando se pregunta de forma abierta (sin respuestas sugeridas) por las amenazas a las que se enfrenta el mundo. El 56% de los entrevistados mencionan literalmente el cambio climático (o sus impactos) como mayor o segunda mayor amenaza.
Como asunto de máxima preocupación social, el cambio climático es objeto de un debate político creciente. De ser en el pasado un nicho casi propiedad de las organizaciones no gubernamentales y de los partidos verdes, en la actualidad se ha convertido en una cuestión…
