Octavio Colis
El vocablo “empresario” evoca imágenes paradójicas, por un lado la de persona animosa que se mete en aventuras mercantiles de riesgo, con el objetivo de obtener pronto lo que espera de ello, es decir, que su inversión produzca pingües beneficios (pingüe también es una adjetivación contradictoria e incluso antipática, y sin la diéresis: pingue, es simplemente presente subjuntivo, o imperativo, del verbo pingar; pingan los ánimos, las banderas, pendones o lábaros, los vestidos, etc., e incluso pingan los beneficios); y por otro lado, “empresario” evoca inconscientemente una imagen rocosa de ser taimado, hipócrita y egoísta que piensa y dice que “todo el mundo va a lo suyo, excepto yo, que voy a lo mío”.