Eugenio Bregolat y Obiols
Adolfo Suárez, Deng Xiaoping y Mijail Gorbachov encarnan tres modelos de transición con distinto resultado. En el éxito o fracaso de la transformación, el orden de los factores altera el producto.
No, no voy a desvelar ninguna correspondencia secreta entre Adolfo Suárez y Deng Xiaoping o Mijail Gorbachov. Cada cual es hijo de su experiencia. Tuve la enorme suerte de trabajar tres años (1978-81) muy cerca de Suárez, como responsable de la política exterior en su gabinete (¿recuerdan el estrecho de Ormuz?), de servir tres veces como embajador en China (un total de 12 años entre 1987 y 2013) y de hacerlo igualmente dos veces en Rusia (unos 10 años en total: de 1974 a 1978, en la época de Leónidas Breznev, y de 1992 a 1997 como embajador en la época de Boris Yeltsin). Sirvan estas reflexiones sobre los procesos de transición de los tres países como modesto homenaje al recientemente desaparecido y hoy muy añorado Adolfo Suárez, que tanto hizo para la recuperación de la democracia en España.
La transición española, de un sistema autoritario a otro democrático, y la china, de una economía planificada a la soviética a una de mercado "con características chinas", fueron exitosas. La transición protagonizada por Gorbachov en Rusia fue un fracaso. Voy a comparar estos procesos centrándome en cuatro puntos: el consenso de la clase política; el Estado como instrumento de la reforma; el orden y el ritmo de los cambios.